El día que conocí al Papa Francisco

El día que conocí al Papa Francisco, aprendí de una buena persona.


Y no solo buena por su humildad y su sonrisa cercana, sino porque —en unos minutos— me regaló palabras que jamás olvidaré. Me habló con una ternura tan profunda que supe que entendía lo que era vivir con migraña. Pero más aún: entendía lo que significaba convivir con ella en familia.
Me hizo sentir acompañada, validada, comprendida. No fue un discurso, fue un gesto humano, pastoral, empático.
A veces uno se encuentra con personas que no necesitan haber pasado por lo mismo que tú para saber abrazarte desde el alma.


Hoy, con su partida, lo lamento como creyente y como paciente. Y le agradezco el consuelo que me dio, sin saber que esas palabras vivirían para siempre en mí.
Gracias, Francisco, por mirar a los que sufrimos con compasión, sin prisa, sin juicio. Que tu luz siga iluminando a quienes convivimos con esta cruz invisible.

A lo largo de la historia de la Iglesia, la migraña (entendida como dolencia específica, más que un simple dolor de cabeza común) ha aparecido en escritos de santos y en la tradición devocional.

La gran mística y Doctora de la Iglesia del siglo XVI, Santa Teresa de Ávila (Teresa de Jesús) padeció jaquecas o migraña crónica durante gran parte de su vida religiosa. Se sabe que sufrió una “penosa enfermedad” en el convento que le causaba continuos dolores de cabeza e insomnio, identificada por sus biógrafos como migraña. Debido a ello, con el tiempo Santa Teresa llegó a ser considerada patrona de quienes sufren dolores de cabeza, por la empatía que genera su propio padecimiento. De hecho, se la describe como patrona de los que sufren dolores de cabeza en la tradición.

Santa Hildegarda de Bingen fue la monja benedictina alemana del siglo XII, proclamada Doctora de la Iglesia (2012), es famosa por sus visiones místicas descritas en obras como Scivias. Hildegarda probablemente padecía migraña con aura, y muchos de sus fenómenos visuales podrían explicarse clínicamente como síntomas de la migraña. En sus escritos relata visiones de luces centelleantes y pérdida de visión parcial, seguidas de intenso dolor de cabeza, lo cual puede ser atribuido inequívocamente a la jaqueca con aura” según especialistas. Hildegarda, sin embargo, interpretaba estas experiencias en clave teológica, atribuyéndolas a revelaciones divinas (“con los ojos del espíritu” y conforme a la voluntad de Dios, como ella misma escribió. Este es un caso donde una dolencia neurológica real (migraña) fue integrada en la vivencia espiritual de la santa y en la teología mística de su tiempo.
Muchos mártires decapitados son considerados patronos contra la cefalea. San Dionisio de París, decapitado en el s.III, es uno de los “catorce santos auxiliadores” invocado contra el dolor de cabeza. En Nápoles se venera a San Aspreno (San Asprenato), primer obispo de la ciudad, como protector especial contra la migraña. La tradición cuenta que fue milagrosamente curado por el apóstol San Pedro y posteriormente, muchos acudían a una pequeña capilla donde introducían la cabeza en un hueco del altar para aliviar sus jaquecas. En dicha capilla incluso hay una imagen del santo sanando a una mujer de migraña. Curiosamente, una publicación señala que la farmacéutica Bayer se habría inspirado en el nombre de Aspreno para denominar Aspirina a su analgésico en 1899, dada la asociación del santo con la cura del dolor, un dato anecdótico pero ilustrativo de la huella cultural de este patronazgo.
Santa Gemma Galgani (mística italiana, 1878-1903) sufría intensos dolores de cabeza y, lejos de desesperar, ofrecía esa aflicción en reparación, recordando que Jesucristo también sufrió incomprensión y dolor.

El 27 de junio de 2014, Francisco tenía programada una visita al Hospital Gemelli de Roma para encontrarse con enfermos, pero canceló el evento a último momento por una indisposición. En aquel momento el Vaticano informó escuetamente de una «leve indisposición». Días más tarde, el propio Papa explicó qué sucedió: “pocos minutos antes de partir, empeoró un fuerte dolor de cabeza que padecía desde la mañana y al que se unieron unas náuseas”, relató en un mensaje al hospital. Francisco lamentó no haber podido cumplir con la visita, subrayando en tono espiritual que “nosotros no somos los dueños de nuestra vida…Debemos aceptar la fragilidad”.

Y eso es lo que me demostró el día que hablé con él. 25 de mayo a las 7:40. Grabado a fuego.
Hoy, 21 de Abril a las 7:35 nos dejaba. Descansa en paz y GRACIAS por tanto.

Yo misma, tras conocer al Papa el 25 de mayo de 2024. Ese día nada me paró.