La historia de Rocío. Rocío Martínez, 39 años, vive en Narón.
Tengo recuerdos muy marcados desde niña, marcados por la migraña.
Van desde que mi madre pensaba que me gustaban las aspirinas infantiles, las cuales eran muy ricas porque sabían a fresa, hasta ir a la aldea los fines de semana y quedarme en cama con dolor todos los viernes al llegar; me ponía muy malita… y cómo me dolía escuchar a los niños y niñas jugando en el patio de la casa y no poder estar con ellos.
Con los años, las experiencias no mejoraron, pero entre que yo no soy una persona quejica y que los médicos no me hacían mucho caso, me fui acostumbrando a esa sensación e intentaba vivir con ella. Cada vez que en mi vida había alguna alteración, ya fuera por estrés, ruidos, olores fuertes, luces, cambios meteorológicos, etc., notaba que empeoraba muchísimo, pero lo peor aún estaba por llegar.
En el año 2018, sin ser consciente de ningún detonante previo, estuve muy mal. Era un domingo como otro cualquiera; acababa de comer y ducharme hacía muy poco tiempo, cuando de repente todo empezó a girar a mi alrededor. Lo primero que pensamos fue que la comida me había sentado mal, pero con el paso del tiempo todo iba a peor: mareos, vómitos, agotamiento extremo, etc. Después de estar así un par de horas sin poder moverme del baño, decidimos llamar a una ambulancia. Finalmente, estuve ingresada una semana, pero ningún médico sabía qué enfermedad tenía y eso me generaba más ansiedad y preocupación. Esta odisea duró casi un año, durante el cual pasé a ser totalmente dependiente de mi marido, y no es agradable cuando tienes 34 años, hasta que un día, sin saber el motivo, me curé y mi vida volvió a ser la de siempre. Los médicos me dijeron que seguramente ese episodio nunca se repetiría porque lo atribuían a una infección de oído, de la cual yo nunca tuve ningún síntoma.
Con el tiempo, pero esta vez poco a poco y sin necesidad de ingresar, en el año 2021 volví a recaer y mi vida se frenó de nuevo. Todos los días eran iguales, necesitaba dormir un mínimo de 11 horas al día y aún así estaba muy cansada, me mareaba continuamente, tenía náuseas y no podía hacer nada sola; volvía a tener la sensación incapacitante que tuve en 2018. Mi médica especialista en vértigo fue quien descubrió que mi sintomatología correspondía a las migrañas y empezó a tratarme para ellas. Una amiga tiene una clínica dental y allí me aconsejaron que acudiera a un fisioterapeuta para intentar corregir la mandíbula, dado que tenía contracturada una parte. Comencé a ir a un osteópata que me recomendaron y desde el primer momento mi vida empezó a mejorar. Prácticamente en esa fecha me pusieron un corrector para mejorar y corregir la mordida y también cambié de neuróloga y de tratamiento.
A día de hoy tengo que reconocer que mi vida ha mejorado y comienzo a volver a disfrutar de las pequeñas cosas, sin tener miedo a una recaída o a volver a ser dependiente de mis seres queridos. Siempre fui una persona muy positiva y sabía que tarde o temprano saldría de esta, pero ahora puedo decir que vuelvo a ser feliz.
Esta es la historia de Rocío.
Una historia de cómo ella ha logrado recuperar su vida.
Gracias Rocío por compartirla.
Al compartir estas experiencias, espero arrojar luz sobre las muchas caras de esta condición, recordándonos que no estamos solos en esta lucha.
Cada persona tiene una historia con la migraña, un diagnostico y un tratamiento.
Estas historias no pretenden ser historias de diagnóstico, o de curas, sino que son historias que tienen el poder de conseguir que os sintáis identificadas y que tengan el poder de inspirar y apoyar a otros.
Juntos, podemos enfrentar los desafíos de la migraña con solidaridad y esperanza.
Patricia 💋
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